.

.

Jovenes Obesos


En una edición anterior, se informaba de que existe una epidemia a nivel mundial de obesidad infantil, y de que esta afección está ocasionando graves problemas físicos y psicológicos en la infancia y un mayor riesgo de contraer enfermedades y morir prematuramente. 

Por consiguiente, la prevención y el tratamiento de la obesidad infantil constituyen una prioridad en materia de salud pública. ¿De qué información disponemos actualmente sobre los distintos métodos y sus resultados?

En teoría, la prevención y el tratamiento de cualquier tipo de sobrepeso son fáciles. Si la ingesta de energía es menor que su gasto, se pierde peso; si es mayor, se aumenta de peso. Parece sencillo, pero en la práctica resulta difícil perder peso, y esto es debido en gran medida a que:

durante miles de años la genética humana ha favorecido a quienes almacenaban grasas en tiempos de abundancia para poder sobrevivir en momentos de escasez de alimentos; en los países desarrollados existe una sobreabundancia de alimentos atrayentes y altamente energéticos (es decir, han cambiado los hábitos alimentarios); actualmente el gasto energético ni es estrictamente necesario, ni se fomenta; y se prefieren actividades recreativas sedentarias (es decir, ha cambiado el estilo de vida).

A pesar de que la prevención de la obesidad infantil es una prioridad en materia de salud pública, no se sabe a ciencia cierta cuál es la forma más adecuada de realizar esta tarea. Recientemente, varios investigadores2-5 han analizado las estrategias de prevención y tratamiento disponibles en la actualidad. La mayoría de los programas utilizaron enfoques centrados en la escuela o la familia.

Los programas centrados en la escuela se han orientado hacia la prevención, dirigiéndose a todos los alumnos de las clases seleccionadas para evitar estigmatizar a los niños obesos. Dichos programas no sólo incluyen iniciativas para promover la salud, por una parte, y la actividad física, por otra, sino también intervenciones polifacéticas. Estas iniciativas comprendían:

programas centrados en el aula destinados a fomentar una alimentación saludable y un mayor número de actividad física lúdica;
la demostración práctica de los principios enseñados, modificando la composición de las comidas escolares a fin de hacerlas más saludables, con un menor contenido de grasas y más frutas y verduras;
planes de acción para incrementar la cantidad de tiempo invertida en actividades físicas durante la jornada escolar.

Evidentemente, el éxito de estas iniciativas centradas en la escuela requiere el entusiasmo del personal docente y su formación adecuada en los principios y las prácticas de un estilo de vida sano.

Los programas centrados en la familia, como su propio nombre indica, se centran en la unidad familiar porque se parte de la base
de que, a menos que se estimule a la familia en su conjunto a adoptar un estilo de vida más sano, es poco probable que los niños mantengan los hábitos positivos aprendidos. 

La mayoría de estos estudios contaba, directa o indirectamente, con personal médico o asistentes sociales para proporcionar el estímulo y los conocimientos necesarios. El objetivo era modificar el comportamiento de toda la familia para garantizar el mantenimiento a largo plazo de un estilo de vida saludable una vez finalizado el programa.

Ambos enfoques, el familiar y el escolar, se apoyan en historias ejemplares y modelos de conducta.

Problemas de los enfoques actuales

Hasta la fecha y por norma general, los programas de intervención centrados en la escuela no han logrado reducir la prevalencia de la obesidad. 

En algunos estudios de terapia familiar, se observaron cambios favorables en la pérdida de peso a largo plazo, pero sólo en personas altamente motivadas. Una posible explicación de los modestos resultados quizá resida en el hecho de que las recomendaciones tanto dietéticas como relativas a la actividad física prescritas en los enfoques centrados en la familia y en la escuela, no sean particularmente efectivas. 

Otra posibilidad es que los factores medioambientales (por ejemplo, el aumento de las actividades sedentarias como la televisión, los videojuegos y los ordenadores; la falta de espacios urbanos y suburbanos que inciten a llevar un estilo de vida activo, como aceras adecuadas y carriles para bicicletas; la mayor tendencia a comer fuera de casa, y el hecho de que las raciones sean más abundantes) inclinen la balanza de forma significativa hacia el aumento de peso.

¿Tiene sentido seguir realizando estudios de este tipo?

La respuesta es un “sí” rotundo. Quizá merezca la pena estudiar una combinación de estímulos en la escuela y el hogar con un enfoque más polifacético del estilo de vida saludable. Por lo menos, vale la pena seguir intentándolo con empeño.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...